viernes, 8 de mayo de 2015

ARTE POR EL ARTE


por Julián Contreras Alvarez

Desde la perspectiva histórica de la burguesía, el arte es visto como trabajo creativo cosificado, como un objeto fetiche ("el libro de cuentos" "la pintura" "la escultura"), y no como una fuerza de trabajo creativo. No se aborda como una relación libre y  multidireccional entre creador, receptor, mundo cultural, naturaleza y objeto creado.

En el capitalismo lo estético (ideológicamente condicionado) se circunscribe mañosamente sólo al objeto producido presentándonos un arte mutilado, un arte ajeno al otro, a la especie y a la naturaleza. En la modernidad capitalista ha existido libertad para discutir qué es el arte, pero siempre partiendo del supuesto arte-objeto.

Lukács nos señala que en la producción artística están suspendidas las finalidades prácticas, no hay una utilidad en ese sentido. El arte no nos sirve  para satisfacer necesidades que vayan más haya de lo que ofrece su sola actividad. Es decir, el arte es un fin en si mismo.  Un arte-cosa se ofrece para ser exhibido, se supedita a fines muchas veces inconfesables. Pero un arte-relación siempre se ofrecerá como un convivio con la totalidad y sus partes, y esta convivencia lleva el sello ineludible de la política. El arte no cosificado es un acto plenamente político; privarlo de su relación de convivencia es comprometerlo a intereses más allá de su fin mismo.  

Cuando Walter Benjamin nos llama a responder a la estetificación de la política (fascismo) con la politización del arte, no nos está llamando a agregar un elemento extraño al arte (comprometerlo con fines ajenos a él), sino que nos está invitando a reintegrarlo a su plenitud,  a devolverle todas sus posibilidades de ser en tanto relación creativa. Un arte comprometido sólo puede ser comprometido consigo mismo.  

El trabajo artístico se diferencia del trabajo práctico, pero tienen en común el hecho de que ambos construyen un mundo propio del hombre, a la medida de la subjetividad humana; la relación creativa objetiva lo humano en la naturaleza, pero el arte es cualitativamente más radical al hacerlo, porque la obra artística al dejar de lado el fin práctico, y orientarse a un hacer por hacer, convierte su objetivo en un acto lúdico, y por tanto placentero, que nos recuerda constantemente las potencialidades creativas del ser humano libre. En nuestro tiempo el arte es memoria de lo que podemos ser en tiempos de amnesia generalizada.

El placer que da origen al arte también está en el convivio, el convivio del arte es placertero porque es un trabajo libre, desenajenado. En esto radica la potencia revolucionaria del arte-relación, en que nos recuerda que es posible vivir de otra manera, nos muestra que podemos vivir como seres humanos plenamente libres.

Qué puede ser más digno de valor o estima, qué puede generar mayor empatía entre los explotad@s y oprimid@s de este mundo que el deleite de un trabajo libre que lo integra en la convivencia fuera de la humillante transformación  de su fuerza de trabajo, su vida misma, en mercancía. El arte no puede ser revolucionario. Es revolucionario.

¿Arte por el arte? Sí, pero no objeto artístico por objeto artístico mismo. Arte por el arte no es otra cosa que la convivencia libre y políticamente creativa con la totalidad y sus partes. 

En la actual fase necropolítica del capitalismo, los verdaderos artistas son parte fundamental de la vanguadia revolucionaria, son una confrontación permanente al mercantilismo, la resistencia de la fuerza creativa frente al capital. El arte como relación creativa, convivial, no es susceptible de ser convertido en mercancía. El verdadero artista le salva la vida todas las noches a Sherezade.

La lucha por la plena liberación del arte va de la mano de la emancipación de los y las trabajadoras. El arte tiene un poder emancipador que la burguesía teme, por eso lo petrifica.

Terry Eagleton nos sacude cuando dice: 

"El problema del arte es el propio arte, por lo tanto tengamos un arte que no sea arte. ¡Abajo con las bibliotecas y museos! ¡pintemos los cuadros en las pijamas de la gente!, ¡leamos la poesía con megáfonos en los patios de las fábricas [y demás centros de trabajo]!, hagamos que el público llegue a los teatros cuando la obra haya acabado, abandonemos los estudios de los artistas y entremos en las fábricas (como hizo realmente parte de la vanguardia bolchevique)..."

Termino esta reflexión, con una última cita de León Trotsky en Arte y Revolución

"Este arte nuevo es incompatible con el pesimismo, con el escepticismo, con todas las demás formas de abatimiento espiritual. Es realista, activo, colectivista, de forma vital y henchido de una confianza ilimitada en el porvenir"

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