viernes, 7 de marzo de 2014

¿Dónde está la solución al abuso policíaco?


De Gero Fong





Yo creo todos hemos estado en esa situación cuando alguien explica, “porque dios no le dio alas a los alacranes”. Se trata de exponer el error de dar más poder al poder, el alacrán tiene la capacidad de picar y matar, si aparte pudiera volar se convertiría en un gran depredador. Las policías al servicio del Estado, son cuerpos especiales dispuestos para actuar violentamente a favor de nuestra seguridad, pero sí a este poder le agregamos el de entrometerse arbitrariamente en la vida de los ciudadanos, entonces no hay nada capaz de impedir al sistema policiaco convertirse en una máquina de extorsión a la población, es decir en un gran depredador social.

Pongamos un ejemplo hipotético. Un estudiante va por la calle con el tiempo justo para llegar a clase, un policía le hace una revisión “de rutina” durante 15 minutos, es posible que a nuestro estudiante hipotético perder la clase le signifique perder la calificación, pero si defiende su derecho al libre tránsito, entonces el policía se dirá insultado y bajo el cargo de “faltas a la autoridad” lo llevará con un juez que sin juzgar nada le impondrá una multa de cientos o miles de pesos “según el sapo”. No importa que tan absurda parezca la historia, sucede porque lo esperado en el sistema policiaco es aumentar los “resultados”. Desde las alturas de la política de seguridad pasa a los mandos exigiendo cuotas de arrestos diarios, y por último a los agentes decidiendo arbitrariamente a quien se cargan. Ejemplos similares puede haber muchos: se cargan a un trabajador porque no puede demostrar la propiedad de la herramienta que trae encima; se cargan a un joven porque no porta identificación y se vuelve “sospechoso”, etcétera.

Tarde o temprano policía y ciudadano convienen en la comodidad del sórdido método de la mordida para evitarse contratiempos y burocracias, el policía prácticamente se convierte en un extorsionador vendiéndote protección del mismo sistema absurdo y por una cantidad te concede “la gracia” de no llevarte a completar la cuota diaria de cuerpos arrestados y evitarte una multa hambreadora. Una vez exigida la cuota de arrestos diarios a la policía por un lado y por otro otorgadas las facultades extraordinarias para sospechar y detener a cualquiera, prácticamente ya no hay límites para el abuso y como suele decirse “la ocasión hace al ladrón”. Pero nada de esto sería posible si se respetara el principio de que la policía no puede interrumpir la vida ciudadana sin motivo justificado, subir la cuota de arrestos significaría entonces, de arrestos justificados por supuesto. Al menos se pondrían más dificultades a los policías para estar fabricando arrestos en serie. Tal es el sentido y no otro de lo señalado en el Artículo 16 de la Constitución, a saber, que nadie puede molestar a un ciudadano en su persona o sus papeles, sin orden fundada de una autoridad competente o a menos que sea sorprendido in fraganti cometiendo algún delito.

Este es el verdadero motivo por el cual los recurrentes cursos de capacitación a la policía tienen en verdad poco efecto. Con el sistema de abuso policiaco no tenemos un caso de falta de ilustración sino de corrupción, propiciado por la disparidad de poder entre el policía y el ciudadano. Por lo tanto la solución no está tanto en el paso necesario pero insuficiente de educar a la policía, sino EDUCAR A LA CIUDADANIA PARA QUE DEFIENDA SUS DERECHOS Y GARANTIZAR LAS FORMAS DE HACERLO. En la medida en que las malas acciones policiacas tengan consecuencias, es que la pedagogía policiaca tendrá sentido. Al poder público deben ponérsele límites o se pervierte y al ciudadano debe dársele poder para que se defienda.

También debemos denunciar la estructura profundamente clasista del sistema de abuso policiaco. Los funcionarios encargados de regular las prácticas policiacas suelen ser gente poderosa en la sociedad y no creen cuando se les dice de la extorsión policiaca hacia la población, ellos siempre quieren explicarse el fenómeno suponiendo malas acciones de algunos malos elementos, corregibles sin mucho problema. Porque nunca vemos a la policía haciendo sus detenciones arbitrarias afuera de las universidades privadas, en los fraccionamientos ricos o en los centros comerciales caros, donde seguramente habrá también delincuentes y son los espacios frecuentados por los funcionarios. Los abusos policiacos se enfocan contra la gente vulnerable, estudiantes de a pie, trabajadores nocturnos, vendedores ambulantes, trabajadoras sexuales, indígenas y jóvenes de colonia, principalmente.

El pasado jueves 20 de febrero fueron detenidos arbitrariamente por la Policía Municipal de Ciudad Juárez cuando se dirigían a la UACJ dos jóvenes compañeros de la Liga Socialista Revolucionaria y del Espacio Cultural Fronterizo Xolombia: Vanesa Vargas y Joaquín Ang. Cuando los compañeros indicaron a los policías la ilegalidad de su proceder, estos se sintieron ofendidos y para darles un escarmiento a los compañeros por defenderse los subieron a la patrulla de manera violenta y fueron presentados ante una funcionaria, supuestamente una juez, bajo el cargo de insultos verbales a la autoridad. La funcionaria sin identificarse, sin solicitar ninguna prueba y sin hacer careo entre detenidos y policías, determinó una multa de 3400 pesos por cada uno o 36 horas de arresto. Gracias a la manifestación que se realizó el mismo jueves los compañeros salieron con una injustificada multa de 300 pesos para cada uno. Al día siguiente nos manifestamos frente a la Presidencia Municipal y logramos hablar con el Secretario del Ayuntamiento Jorge Quintana y con el Regidor encargado de la Comisión de Seguridad del Cabildo, ambos dijeron tener la disposición de arreglar el problema del abuso policiaco y a ambos se les hizo la propuesta de que el Municipio pagara una campaña dirigida a la ciudadanía para aprender a defender nuestros derechos y denunciar el abuso policiaco. ¿Acaso seremos escuchados?

Por lo pronto hacemos responsable a Enrique Serrano de cualquier ataque que la Policía Municipal haga contra nuestros compañeros y contra nosotros mismos.